En su libro "Sistema Económico y Rentístico" Alberdi nos recuerda que la riqueza debe su creación a tres fuerzas productoras: La tierra, el trabajo y el capital, de lo cual deduce que las contribuciones para sostener el fisco deben provenir de la renta de la tierra, que es el alquiler; de la renta del trabajo, que es el salario; y de la renta del capital, que es el interés.
Por lo tanto, dice Alberdi, la Constitución debe buscar esas rentas en los tres campos de su elaboración, que son la agricultura, el comercio y la industria fabril. (Hoy Alberdi agregaría los servicios).
"Repartir de ese modo las contribuciones -dice textualmente Alberdi- entre todos los agentes y fuentes de rentas es realizar la base constitucional del impuesto, contenida en el artículo 16, (La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas). No debe haber tierra, capital ni trabajo que no contribuya con su parte de utilidad a soportar el gasto que cuesta mantener la ley que los protege: todas las industrias deben contribuir a sostener la ley que garantiza su existencia y libertades. La contribución equitativa, lejos de ser una carga, es el más egoísta de los gastos: pues tanto valiera llamar carga y sacrificio los gastos hechos en comer, alimentarse y vivir. Forma parte de este sacrificio el de vivir respetado, libre y seguro".
Dice más adelante que se debe repartir bien el peso de las contribuciones no solo en beneficio justo de los contribuyentes sino también como forma de agrandar su producto en favor del Tesoro nacional. Y asegura a continuación que los impuestos son más capaces de dañar por su desproporción y desigualdad que por su exorbitancia.
De manera que, según Alberdi, no hay un sector productivo que no deba pagar impuestos, pero debe hacerlo de manera equitativa e igualitaria.
Ahora bien, si exceptuamos de nuestro análisis las tasas municipales por servicios y los impuestos provinciales como el inmobiliario (que es intrínsecamente regresivo porque castiga las inversiones en construcción y mejoras en lugar de premiarlas), los ingresos brutos, que son más distorsivos aún, o el automotor, etc., podemos decir, simplificando un poco las cosas, que en el estricto orden nacional quedan tres clases de impuestos: 1) Los Derechos de aduana; 2) El Impuesto a las ganancias, y 3) El Impuesto al consumo. (No menciono el impuesto al cheque porque es la forma más aberrante de robar a la gente y desalentar la bancarización y la producción, por lo cual no merece ni siquiera considerarlo. Lo mismo puede decirse del impuesto a la riqueza)
Yo no soy economista ni un conocedor de la materia tributaria, pido disculpas por mi ignorancia y mi atrevimiento. Pero aplicando mi sentido común y lo que he leído puedo hacer algunas afirmaciones:
1) Los derechos de importación y exportación, si son aplicados con equidad e igualitariamente, son tributos aceptables como fuente de financiación del Estado. Jamás como herramienta proteccionista y mucho menos de prohibición. Con respeto a las exportaciones, podemos discutir si conviene o no gravarlas, siempre pensando en el progreso del pais. Sí, en cambio, estoy seguro de que deben aplicarse a la importación. Pero moderada, equitativa e igualitariamente.
2) Los impuestos a las ganancias (impuestos directos) son regresivos y conspiran contra el esfuerzo productivo, la inversión y la creatividad. En una palabra, son impuestos que desalientan. Quienes aportan bienes a la sociedad no deben tributar por los beneficios que obtienen gracias a sus esfuerzos. Más bien habría que darles un premio, ponerlos en el cuadro de honor: "El empresario del mes", "El ganadero o el sojero del mes", etc. (Como en Mc. Donald)
3) Los impuestos al consumo, en cambio, son los más justos y equitativos. ¿Por qué? Porque pagan más impuestos quienes retiran del mercado más bienes y servicios, no quienes los aportan, es decir, pagan quienes consumen y en el momento en que consumen. Es decir, quienes en lugar de entregar al mercado bienes y servicios, los toman para llevárselos a su casa. Por supuesto que quienes producen también consumen, así que todos terminan pagando impuestos, unos más otros menos, unos antes y otros después, según el tren de vida que quieran llevar. Por otra parte el impuesto al consumo, en una tasa razonable (digamos, 12 %), contribuye a equilibrar en el mercado el gasto con respecto a la tasa del ahorro. El que ahorra se salva de pagar y percibe interés, pero está contribuyendo con su capital ahorrado a que se generen nuevos proyectos productivos. Como ahorrar es postergar el consumo, el ahorrista no paga ahora pero colabora con la producción, y en el futuro, cuando se decida a gastar su dinero, tendrá que pagar por lo que consuma, sea un viaje, un automóvil o una casa nueva.
Dice Gabriel Zanotti en su libro "Introducción a la escuela austríaca de economía", refiriéndose a este impuesto indirecto: "Estos impuestos no afectan a la proporción consumo-ahorro. Tienen la enorme ventaja de no afectar la cuantía potencial de capital al no gravar recursos que se hubieran destinado a la formación del mismo".
Con impuestos indirectos al consumo se cumplen acabadamente los preceptos de Juan Bautista Alberdi de repartir equitativamente las contribuciones entre todos los campos de formación de riqueza, pero alentando al mismo tiempo, la formación de capital, más producción, más consumo y, consecuentemente, más recursos para el erario.
Alberto Benegas Linch, en su libro "Fundamento de análisis económico" se refiere a la preferencia de Alberdi por los impuestos indirectosa: "Juan Bautista Alberdi (...), luego de formular sus críticas a los impuestos directos en una de sus obras (se refiere al citado Sistema económico y rentístico) señala algunas ventajas de los gravámenes indirectos. Son más económicos en su recaudación, significan un volumen potencial mucho mayor que los directos, son impersonales y no vejatorios de la personalidad como ocurre con los impuestos directos al indagar sobre cuestiones privadas. Resultan de mayor comodidad y son más imperceptibles para el contribuyente, ya que se paga a medida que se consume, lo que implica que el impuesto es acoplado a una correlativa e inmediata contraprestación. Es un impuesto que contempla la universalidad fiscal, es decir, no hay excepciones, todos se hacen cargo del impuesto cuando gastan en consumo".