¿NO HAY REINSERCIÓN SOCIAL PARA
LOS
MILITARES ANCIANOS?
Por Enrique
Arenz
Pues bien, este señor fue el mismo que hizo trasladar
a Videla desde Campo de Mayo a Marcos Paz, "para que no haya
privilegios", justificó. Verdadero acto fallido que desnudó su amor
por los criminales y su desprecio profundo por todo aquel que vista
un uniforme.
Yo a Videla no lo defiendo. Los que me conocen saben
que como seguidor del ingeniero Alsogaray censuré el golpe del 76 que jamás debió
llevarse a cabo, y que como columnista de opinión económica critiqué en “Correo
de la Semana” de Francisco Manrique y otros medios gráficos la desastrosa política
económica de Martínez de Hoz, bastante parecida a la que tenemos ahora:
inflacionaria, dispendiosa, coercitiva y con rígidos controles y fuerte retraso
cambiario. (Hacer clic para leer dichas notas). Pues bien, tengo autoridad moral para decir esto: el general Videla fue
el principal organizador de ese golpe innecesario, y, ¿qué duda cabe?, el máximo
responsable de los bárbaros métodos utilizados para reprimir el terrorismo.
Pero Videla tiene 85 años y la ley prevé condiciones
de prisión atenuadas para los ancianos. Entre estas condiciones está la prisión
domiciliara que no es ningún privilegio sino un legítimo derecho establecido
por la ley. Privilegios son los que el señor Hortel, que se autodefine como
"un negro de mierda peronista", les ha venido concediendo al
baterista de Callejeros, a un barrabrava asesino y a otros presos kirchneristas de similar
peligrosidad.
El pretexto es la reinserción social. Muy bien,
supongamos que se trata de un objetivo loable que, según las formas, todos
podríamos llegar a compartir. Pero hagámonos una pregunta honesta: los militares
condenados por delitos de lesa humanidad, muchos de los cuales tienen más de
ochenta años y llevan décadas entre rejas, ¿no tienen el mismo derecho de reinsertarse
en la sociedad? Los están dejando morir
en la cárcel, no reciben atención médica con la celeridad necesaria que resulta impracticable
por el lento sistema de seguridad carcelario, y ya fallecieron en penosas y humillantes condiciones de cautiverio ciento sesenta y cinco viejos. (Datos confirmados al 7/8/12)
Y no estoy insinuando que no se merezcan las condenas que
recibieron ni los estoy exculpando de sus graves responsabilidades, sobre todo a los oficiales superiores que eran los que mandaban y sabían muy bien lo que hacían. Pero es un deber moral preguntarnos: ¿por qué algunos
condenados tienen derechos de reinserción social, aunque hayan quemado viva a la esposa, mientras que otros son destinados a morir miserablemente en un calabozo?
Me llama la atención que los actuales mandos de las fuerzas armadas, la oficialidad joven, las nuevas promociones, sus familias e instituciones que los agrupan, acepten silenciosamente este inhumano castigo. Parecería que se han desentendido de sus camaradas en desgracia, que sólo se preocupan por sus ascensos e internas y que no tuvieran otro objetivo que sobrevivir al estilo Scioli, haciendo silencio y agachando la cabeza. Y también me llama la atención que el periodismo independiente (con excepción de La Nación, que ha publicado editoriales valientes) no haga jamás un comentario sobre esta discriminación legal que beneficia a unos presos con fiestas murgueras que hieren a las familias de sus víctimas, y perjudica a otros con un ensañamiento feroz.
Me llama la atención que los actuales mandos de las fuerzas armadas, la oficialidad joven, las nuevas promociones, sus familias e instituciones que los agrupan, acepten silenciosamente este inhumano castigo. Parecería que se han desentendido de sus camaradas en desgracia, que sólo se preocupan por sus ascensos e internas y que no tuvieran otro objetivo que sobrevivir al estilo Scioli, haciendo silencio y agachando la cabeza. Y también me llama la atención que el periodismo independiente (con excepción de La Nación, que ha publicado editoriales valientes) no haga jamás un comentario sobre esta discriminación legal que beneficia a unos presos con fiestas murgueras que hieren a las familias de sus víctimas, y perjudica a otros con un ensañamiento feroz.
Es evidente que los militares en actividad temen recibir
el rayo del escarmiento Kirchnerista, y que al periodismo no oficialista, que tiene mucha cola de paja, lo aterra ser
señalado como apologista del proceso militar. Pero no se trata de levantarse en
armas ni de hacer planteos reivindicativos del mal llamado "terrorismo de Estado" ni de organizar conspiraciones
destituyentes. Simplemente hay que hablar, hay que decir las cosas como son. Hay
que peticionar, razonar en voz alta, denunciar las injusticias. Las fuerzas armadas debieran
hacerlo institucionalmente; el periodismo, periodísticamente. Si estamos en democracia,
por muy autoritario y prepotente que sea este gobierno, por mucho que nos meta miedo,
hay que hacer coraje y decir lo que pensamos sin ponernos a calcular las consecuencias.
No podemos permanecer indiferentes y consentir calladamente
que sigan muriendo ancianos militares en calabozos supervisados por este “negro
de mierda peronista”, porque eso no es Justicia, eso es venganza, y de la peor
especie.
(Se permite su reproducción. Se ruega citar este blog)