ALSOGARAY FUE EL ÚNICO POLÍTICO QUE SE OPUSO AL GOLPE DE ESTADO
Todos los años lo repito para esta época: Un solo político se opuso tenazmente al golpe del 24 de marzo de 1976: el ingeniero Álvaro C. Alsogaray quien en un comunicado público que lleva la fecha 18 de marzo expresó:
"Nada sería más contrario a los intereses del país que precipitar en estos momentos un golpe. Las fuerzas armadas supieron retirarse en mayo de 1973 de la escena política y no deberán volver a ella sino cuando esté realmente en peligro la supervivencia misma de la libertad. Constituyen la última reserva y no deben ser arriesgadas bajo estas condiciones. Entregaron el poder a los líderes políticos, incluyendo entre estos a los dirigentes sindicales y empresarios que actúan en función política, y fueron esos líderes quienes crearon el caos actual. Por lo tanto, son los únicos responsables, los verdaderos y exclusivos culpables de esta gran frustración argentina, y a ellos incumbe enfrentar las consecuencias y resolver, si pueden, el drama en que han sumido al país"
Fue la única voz que se oyó en medio de la impaciencia ciudadana para que el general Videla (que inicialmente se mostraba vacilante) tomara por fin la decisión de encabezar la rebelión militar. El líder de la oposición, Ricardo Balbín, desconcertado, había dicho por televisión que él no tenía soluciones. La gente hablaba en la calle y decía que había que sacar de una vez del poder a esa "pandilla de delincuentes", los diarios no opinaban, sólo informaban cautamente. Sólo La Tarde, creado por Jacobo Timerman y dirigido por su hijo Héctor, fogoneaba la intervención de las Fuerzas Armadas.
Hasta el Partido Comunista, unos días después del 24 de marzo, emitió un comunicado de apoyo a las nuevas autoridades de la Nación, expresando sus deseos de que pusieran orden, terminaran con el terrorismo y ordenaran las cuentas públicas.
Ernesto Sabato declaró poco después del golpe: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba por favor que la fuerzas armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos".
Alsogaray fue el único. Lo intentó por todos los medios, pero fracasó. Él tenía razón, tenían que funcionar las instituciones: "¿Por qué un golpe de Estado habría de liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad?", se preguntaba Alsogaray en su solitario pronunciamiento. "¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos de la democracia precisamente en momentos en que se verán obligados a proclamar su fracaso?"
La tesis de Alsogaray era institucional y de gran sentido común: no había que dejarse arrastrar por el clamor civil que presionaba sobre las fuerzas armadas. Éstas debían permanecer unidas, bien cohesionadas y prescindentes mientras se desarrollaban los acontecimientos. Las instituciones de la República debían funcionar de acuerdo con las leyes. Había muchas opciones disponibles, incluyendo el traspaso del poder a la Corte Suprema. Y en última instancia, cuando los acontecimientos se hicieran incontrolables, allí estarían las Fuerzas Armadas, listas, preparadas para impedir el asalto al poder de grupos insurgentes o salir a restablecer el orden a requerimiento siempre de las autoridades legalmente constituidas.
En su libro Experiencias de cincuenta años..., Alsogaray cuenta lo ocurrido en esa época, y según su opinión no había posibilidad de desplazar a la presidente por la vía del juicio político. Asegura que lo único que podía esperarse era una descomposición total del sistema que provocara una reacción del pueblo argentino en las elecciones que debían convocarse para diciembre de 1976. Alsogaray, a quien tan injustamente se ha querido involucrar en ese golpe, creía en la salida democrática. Había que votar, y que el pueblo pusiera las cosas en su lugar, harto de tanta demagogia, corrupción, desorden e impericia.
"Mi advertencia no tuvo ningún efecto", reconoce con tristeza el ingeniero. "El movimiento estaba ya lanzado y, como siempre ocurre en estos caso, era prácticamente imposible detenerlo. Por otra parte, el entusiasmo por el golpe de Estado en niveles elevados de la comunidad era un factor estimulante para la realización del mismo".
Si alguien podía hacer algo en ese momento para disuadir a los militares de lanzarse a esa peligrosa aventura, era Alsogaray, figura altamente respetada por los sectores castrenses. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, el golpe se hizo, es decir, Alsogaray no pudo concretar uno de sus objetivos más nobles, democráticos y lúcidos de su carrera política de medio siglo.
A cuarenta y siete años de aquellos sucesos, yo prefiero recordar el 24 de marzo de 1976 como el día en que Alsogaray fracasó en su intento por rescatar las instituciones republicanas y salvar la democracia. Recordar ese gesto tan lúcido es la mejor forma de honrar la memoria de ese talentoso hombre público que fue el ingeniero Álvaro C. Alsogaray.
Enrique Arenz
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