"Ser de la izquierda es como ser de la derecha,
una
de las infinitas maneras que el hombre puede
elegir para ser un imbécil: ambas,
en efecto,
son formas de la hemiplejia moral." José Ortega y Gasset
Después
de algunas ingratas experiencias en las redes sociales, me había propuesto
depurar mi lista de más de más de mil doscientos “amigos” en Facebook, la mayoría
desconocidos que algún día solicitaron mi amistad. Con el tiempo comprobé que
de esos mil doscientos, alrededor de mil nunca se interesaron en mis ideas ni en mi
actividad literaria. ¿Por qué me solicitaron entonces? No fue el liberalismo, fue el espanto: el vendaval
kirchnerista nos amontonó a todos en la misma vereda.
Entonces, mientras me abría paso entre esa muchedumbre, me
fui encontrando sorpresivamente con apologías de la dictadura, alabanzas insólitas de
personajes como Videla o Seineldin y hasta críticas ofensivas hacia a la Iglesia católica, todo muy raro, porque yo creía ingenuamente
que compartíamos por lo menos ciertos principios republicanos.
En los casos más extremos eliminé directamente a esos delirantes irrespetuosos, en otros, fueron
ellos los que me suprimieron a mí, escandalizados seguramente por algo que escribí. Y en muchísimas
ocasiones, cuando intervine amigablemente en algún muro “amigo” con una opinión
disidente, recibí maltrato y hasta insultos increíbles.
Cansado
de perder mi valioso y escaso tiempo y de soportar tantas faltas de respeto, decidí hacer una borratina
masiva. Pero, ¿a quiénes borrar sin equivocarme y ser injusto? No eran ideas lo que me
proponía eliminar sino conductas. Conductas fastidiosas, nerviosas, mediocres, insoportables. Yo respeto todos los pensamientos, y hasta intento aceptar a
los más extremistas, siempre que no pregonen la violencia, pero en una red
social, igual que en la vida real, todos tenemos la libertad de elegir a
nuestros amigos. Dicho de otra manera: si como liberal debo respetar al trotskista, al maoísta y al nacionalista ultramontano,
como persona libre tengo todo el derecho de apartarme de ellos.
Pero como
no quería ofender a nadie, propuse ser borrado yo por aquellos “amigos” que
sintieran que había un abismo de incompatibilidades entre mis pensamientos y
los de ellos.
Para eso
debía exponer claramente mis ideas sobre algunos temas de mucha sensibilidad y decirles: "Así pienso yo, si no me aceptan denme el raje". Y escribí
un post esquemático pero muy explícito en Facebook sobre esos pensamientos. Resultó una buena experiencia, un certero desafío: tuve muchísimos apoyos, claros, explícitos, contundentes; sugestivos silencios, que aun no he evaluado; y las impulsivas borradas de muchos otros, tal como yo lo pedía. Hubo casos especiales: algunos amigos a quienes conozco personalmente
y que con los años han involucionado misteriosamente en su manera de pensar el
liberalismo hasta transformarlo en una caricatura, no han respondido. Lo estarán pensando. No descarto haberlos ayudado a reflexionar. El tiempo dirá.
“¡Bancátelos a todos, Enrique!”, me escribió alguien. Sabio consejo que voy a tener en cuenta. Sólo iré suprimiendo gradualmente a los agresivos, a los intolerantes y a los muy
extremistas. No lo haré con aquellos que piensan diferente pero que son respetuosos de la diversidad y
de las opiniones ajenas. Ellos, si así lo desean, seguirán siendo mis amigos. ¿Los otros? adiós, que te
vaya bien.
A
continuación, la lista de pensamientos sobre esos temas sensibles que he decidido exponer
también en este blog panfletario.
Soy
liberal y católico, no soy de derecha, no soy nacionalista. Un liberal no
es de izquierda ni de derecha. La izquierda y la derecha son anacronismos con
olor a naftalina. En rigor, sólo hay dos sistemas sobre los cuales es posible organizar la
sociedad: el socialismo o el liberalismo (las demás son formas
híbridas que contienen una mezcla de ambos, en distintas proporciones: así es, por ejemplo, el gobierno actual de “Cambiemos” en el plano económico, aunque con cierta tímida tendencia hacia una economía de mercado mejor definida). Por su parte el socialismo (a veces llamado populismo, otras, peronismo, progresismo, chavismo, comunismo, nazismo, etc.),
pude ser tanto de izquierda como de derecha. El nacionalismo no es sino un socialismo de derecha; más que una ideología
es un sentimiento primitivo y pasional, arrebatador de lágrimas y tambores redoblantes.
Conduce a la xenofobia, a la intolerancia racial y religiosa y al proteccionismo
económico. El nacionalismo se funda en la convicción de que
la patria propia es mejor patria, más grande y más justa que la patria de los
otros, sofisma que bajo ciertas condiciones sociales y políticas termina inexorablemente en guerras contra hermanos de otras patrias.
Soy liberal, pero un liberal cultural, que cree que se puede discutir y revisar toda la doctrina del liberalismo, con excepción de tres de sus
postulados epistemológicamente irrebatibles: El primer axioma de la praxeología; la teoría subjetiva del valor; y la interdependencia de los fenómenos del mercado. Todo lo demás es
materia opinable que puede debatirse libremente, pero siempre con espíritu
amigable y abierto. Detesto el absolutismo liberal que recurre al “liberalómetro”
ante el menor cuestionamiento de algún dogma “sagrado".
·
No creo
que las únicas funciones del Estado sean la seguridad,
la Justicia y la Defensa. Ese dogma, inamovible desde el siglo XIX,
debe ser replanteado pensando en el liberalismo posible para el siglo XXI..
Creo en
la educación elemental pública, obligatoria, laica y costeada por toda la
comunidad (advertirán que no dije “gratuita”). La escuela estatal debe competir
con la escuela privada y ambas constituirse en alternativas de calidad para que
la sociedad elija libremente dónde educar a sus hijos.
La
institución universal de los derechos humanos es obra del liberalismo, y es
a través de ese claro cristal que debemos analizar lo que nos ocurrió a los
argentinos en los años setentas. Los militares y civiles que en la represión
antisubversiva iniciada en 1975 (bajo el gobierno de Isabel Perón), cometieron
delitos de lesa humanidad, deben pagar sus crímenes de acuerdo con la ley,
aunque se llegue tardíamente, como es el caso de Milani o de la CNU de Mar del
Plata. No los defendamos porque no fueron héroes, fueron criminales. Pero también
incluyo entre los delitos de lesa humanidad a los secuestros, atentados y
asesinatos perpetrados por las bandas terroristas, algunas llamadas por Perón “formaciones
especiales”, (Perón les escribió a los Montoneros
cuando asesinaron al general
Aramburu: “Encomió todo lo actuado,
compañeros”). Casi todas estas bandas armadas fueron luego comandadas desde
Cuba por Fidel Castro en su intento demencial de exportar “la revolución” a
toda América.
Estoy a
favor del matrimonio igualitario. Respeto a los homosexuales y transexuales
porque son seres humanos como yo, con derecho a su identidad de género y a
vivir conforme sus inclinaciones personalísimas. Puedo ser amigo de un
homosexual, pero no puedo serlo de un homofóbico porque la homofobia es
por definición intolerancia y violencia.
Rechazo
el aborto porque es matar a una criatura indefensa, aunque no juzgo a la
mujer desesperada que recurre a esa terrible solución ante un embarazo no
deseado.
Repudio a
la pedofilia porque es un ultraje horrendo a la niñez y una afrenta gravísima
a la condición humana. Es el único pecado que, según el Evangelio, Dios no perdonará jamás (clic). (Trascendió recientemente que el papa Francisco estaría
evaluando reducirles el castigo canónico aplicado a cientos de curas pedófilos.
El sabio papa anterior, Benedicto XVI, les había negado toda clemencia durante su corto y lúcido
pontificado)
Repudio
el maltrato a las mujeres. Me declaro feminista si por “feminismo” se
entiende no una forma de sexismo opuesta al machismo sino la búsqueda de la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Esta es
mi manera de pensar, puedo estar equivocado y tal vez con el tiempo me
rectifique en algunos puntos. Podemos convivir pensando distinto, sin embargo hay personas que no son capaces de soportar las ideas que he expuesto. A ellas les pido que por favor me borren de las redes sociales (facebook,
Twitter y G+, que son las únicas que conservo), que dejen de visitar este blog y mi sitio oficial, y que me
hagan saber que desean ser borrados de mis contactos de correo electrónico. Y todos contentos. Les prometo que
no habrá penas ni olvidos. A los demás, aunque no piensen como yo, si aceptan
el intercambio civilizado y amable de ideas y opiniones diversas, mi respeto y mi sincera amistad.
La experiencia en las redes sociales no tiene por qué ser traumática, al contrario, debe resultar intelectualmente enriquecedora, un foro de intercambio de ideas y conocimientos. Pero debemos trazarnos un plan para manejarlas, decidir el tiempo diario que le habremos de dedicar, y asegurarnos que no se convertirá en una plataforma de conflictos y disgustos diarios.
Enrique Arenz
Marzo de 2017
(Se permite su reproducción. Se ruega citar este blog)