EL NOVELISTA DE HITLER, según Tomás Eloy Martínez
El 19 de julio apareció en La Nación un artículo del escritor Tomás Eloy Martínez titulado "El novelista de Hitler". Al leerlo, comprobé una vez más que nuestros intelectuales siguen adictos a lo que Edmund Amis denominó "la asimetría de la indulgencia", que consiste en condenar sin piedad a los artistas y científicos que colaboraron o simparizaron con los regímenes de extrema derecha, y al mismo tiempo dispensar buenamente a quienes respaldaron con su silencio, su justificación y su ayuda, los crímenes de Stalin, Mao y Fidel.
En el artículo de referencia Tomás Eloy Martínez es impiadoso con el escritor alemán Hanns Heinz Ewers porque éste se dejó seducir por Hitler, quien admiraba la ciencia ficción del notable autor de "La mandrágora", aunque cualquier persona culta sabe que Ewers terminó cruelmente perseguido por el nazismo. También se ensaña Eloy Martínez con el compositor alemán Richard Strauss, por sus inclinaciones filonazis, y hasta se acuerda rencorosamente de nuestro pobre y genial Leopoldo Lugones por su equivocado apoyo al golpe de 1930.
Pero Tomás Eloy Martínez se olvidó de mencionar o, al menos, aludir, a los célebres artistas e intelectuales que apoyaron a Stalin y toleraron y hasta justificaron sus crímenes, artistas como Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Pablo Picasso, y hasta notables filósofos como Bertrand Russell y Jean Paul Sartre. Este último llegó a negar el gulaj soviético, y "Gabo" García Márquez fue, en su país, Colombia, nada menos que un oficial de la organización argentina Montoneros (revelado por el fiscal nacional de Casación Juan Martín Romero Victorica en el programa "Poder Vacante" de Jorge Asís en Crónica TV). Por no hablar de los que hoy admiran y apoyan al régimen cubano o a dictadorzuelos neomarxistas, sostenedores de las FARC, como Chávez, Correa o ese ridículo sombrero grande bolivariano que va de un lado al otro desde que vientos caribeños lo volaron de Honduras. Entre ellos, el escritor portugués José Saramago, el "comunista hormonal" como se describe a sí mismo, por mencionar el más famoso, y cientos de intelectuales argentinos, severos acusadores de los militares que derrotaron a la subversión y a la vez apasionados apologistas de los más grandes negadores de la libertad y los derechos humanos en el mundo.
Tomás Eloy Martínez, que disfruta de la libertad porque vive su propio sueño americano en los Estados Unidos, debería aceptar, con honestidad intelectual (y escribirlo) que todas las tiranías, persecuciones políticas, vejámenes y crímenes de lesa humanidad son condenables, sean de derecha o sean de izquierda, y que los intelectuales y artistas que colaboraron alguna vez con esos regímenes abominables merecerían, si se equivocaron en buena fe, igualitaria indulgencia, y si no, el mismo repudio de la historia.
Karl Popper. el enemigo intelectual número uno del comunismo, reconoció que en su juventud fue atrapado intelectual y moralmente por el marxismo, y que las terribles purgas y crímenes de Stalin eran, para los jóvenes idealistas de esos tiempos, justificables, una suerte de mal menor para alcanzar el socialismo, teniendo en cuenta que se trataba de cambiar al ser humano para lograr un futuro venturoso de felicidad y prosperidad sin explotación ni clases sociales. Por fortuna, la mentalidad crítica de Popper lo desengañó y liberó en muy poco tiempo de la trampa idológica del comunismo. Sin embargo, él mismo admite que tardó veintiseis años en divulgar sus divergencias porque "no quería apoyar indirectamente al fascismo". ¡Ni siquiera una inteligencia tan brillante como la de Popper logró despojarse, durante veintiséis años, del prejuicio según el cual ser anticomunista implica beneficiar a la ultraderecha!
Yo admito con humildad que a mi edad, y después de muchos intentos (aunque he leído, pensado y escrito mucho acerca del Síndrome izquierdoso), he fracasado en mis ansias de entender cuál es el mecanismo mental que lleva a los intelectuales y artistas, dotados de inteligencia cognictiva, sensibilidad superior y sentimientos humanitarios, a repudiar una determinada categoría de tiranía criminal y aceptar y defender otra igualmente inhumana y destructiva.
Enrique Arenz
Karl Popper. el enemigo intelectual número uno del comunismo, reconoció que en su juventud fue atrapado intelectual y moralmente por el marxismo, y que las terribles purgas y crímenes de Stalin eran, para los jóvenes idealistas de esos tiempos, justificables, una suerte de mal menor para alcanzar el socialismo, teniendo en cuenta que se trataba de cambiar al ser humano para lograr un futuro venturoso de felicidad y prosperidad sin explotación ni clases sociales. Por fortuna, la mentalidad crítica de Popper lo desengañó y liberó en muy poco tiempo de la trampa idológica del comunismo. Sin embargo, él mismo admite que tardó veintiseis años en divulgar sus divergencias porque "no quería apoyar indirectamente al fascismo". ¡Ni siquiera una inteligencia tan brillante como la de Popper logró despojarse, durante veintiséis años, del prejuicio según el cual ser anticomunista implica beneficiar a la ultraderecha!
Yo admito con humildad que a mi edad, y después de muchos intentos (aunque he leído, pensado y escrito mucho acerca del Síndrome izquierdoso), he fracasado en mis ansias de entender cuál es el mecanismo mental que lleva a los intelectuales y artistas, dotados de inteligencia cognictiva, sensibilidad superior y sentimientos humanitarios, a repudiar una determinada categoría de tiranía criminal y aceptar y defender otra igualmente inhumana y destructiva.
Enrique Arenz