viernes, 16 de abril de 2010

EL HORROR DEL NAZISMO II: GUERNICA


Los muertos de Guernica
por Enrique Arenz

Fue un 25 de abril de 1937, hace exactamente 73 años. Los primeros destellos del alba comenzaban a deslizarse suavemente por entre las aún cerradas persianas del villorrio, cuando en el horizonte se recortaron oscuras siluetas simétricas. Los aviones nazis Heinkel III y Junker 52estaban sobre Guernica con su cargamento de muerte.

En un instante todo fue un infierno. Durante tres horas, mil bombas explosivas y tres mil bombas incendiarias se abatieron sobre la indefensa aldea vasca, mientras los sobrevivientes que huían aterrorizados de las llamas, entre ellos niños pequeños y ancianos, eran salvajemente ametrallados desde el aire.

Guernica, de Pablo Picasso


Fue la primera atrocidad nazi, fríamente calculada por el régimen franquista, y que habría de marcar una etapa de las muchas que conducirían finalmente a la Segunda Guerra Mundial.

Pero Dios no abandonó al pueblo vasco. El Árbol de Guernica quedó en pie como símbolo de libertad y esperanza. Fue un verdadero milagro que sobreviviera a la total destrucción de la ciudad.

Una bella historia atesora este roble sagrado cuyo origen religioso se pierde en las insondables profundidades de los misteriosos orígenes del pueblo vasco antes de su conversión al cristianismo, retoño de aquél a cuya sombra se reunían los ancianos patriarcas que bajaban desde las cinco colinas (Gorbea, Oiz, Sollube, Genescogorta y Coliza), luego de oír el llamado de las cinco trompetas y encender una hoguera en cada colina. En derredor del árbol, estos ancianos legislaban y presidían los actos más solemnes, como la jura de los señores de la región y toma de posesión del señorío. El nuevo señor avanzaba hacia el roble con el pie izquierdo descalzo y clavando en su corteza un venablo, juraba por siempre respetar los usos, costumbres y tradiciones vizcaínas. ¡Ante ese roble acudían los reyes de Castilla para jurar, arrodillados, sus respetos por los fueros vascos!

Y ese gigante no fue alcanzado por las bombas asesinas. Está allí, enhiesto e inconmovible como la causa que siempre simbolizó.
A 73 años de aquella masacre, debemos los argentinos recordar a sus muertos con la unción que el heroico pueblo vasco se merece. Y porque también les debemos nuestra gratitud a aquellos vascos rudos y trabajadores que vinieron a esta tierra para dejar en el surco su esperanza, sus lágrimas y su vida.