VARGAS LLOSA: UN PREMIO QUE HONRA A LA ACADEMIA SUECA
A veces la Academia Sueca ha sido injusta en sus decisiones. Lo fue cuando le negó el prestigioso premio por meras razones políticas a nuestro compatriota Jorge Luis Borges. No lo ha sido esta vez: Mario Vargas Llosa es, sin el menor lugar a dudas, el más grande escritor viviente de las letras españolas.
No importa que sea de centro derecha o que tenga ideas liberales (lo cual me complace a mí y no a otros), no importa que no sea creyente o que incluso esté a favor del aborto (lo cual complace a otros y no a mí). Importa que es un gran artista, un colosal creador, como lo es Gabriel García Márquez y como lo fue Pablo Neruda (ambos en veredas ideológicas opuestas). Al fin y al cabo la política es una superficialidad en la que todos nos equivocamos. Este vez el premio no fue a un desconocido (o a un "nuevo valor de las letras", como solía ironizar Borges), esta vez fue a un talentoso y genial inventor de historias, un novelista que ha incorporado cosas valiosas a este Universo para que la realidad sea un poco menos árida y decepcionante.
La Academia sueca tiene una larga tradición de errores y omisiones en el otorgamiento de este importante y consagratorio galardón. Le dio el premio a desconocidos que ni antes ni después existieron en el mundo de la literatura, como la norteamericana Pearl Buck, en 1938, o el húngaro Imre Kertesz, en 2002. En cambio incurrió en groseras omisiones al no premiar a escritores talentosos reconocidos mundialmente como lo fueron León Tolstoy, Marcel Proust, James Joyce, Franz Kafka, Andre Malraux, Carlos Fuentes y el ya nombrado Jorge Luis Borges.
Siempre se dijo, y con razón, que el único perjudicado con esas exclusiones incomprensibles era el Premio Nobel mismo, debido a que la Academia sueca actuaba muchas veces con sentido de oportunidad política antes que evaluatorio de la obra y el talento del artista. El caso de Borges es el más conocido porque él mismo lo relató: tenía que viajar a Chile y se comentaba que Pinochet quería saludarlo. El secretario de la Academia Sueca lo llamó por teléfono para advertirle que si se entrevistaba con Pinochet diera por perdida su oportunidad de ganar el Premio Nobel. Naturalmente Borges no era hombre de dejarse intimidar por una amenaza tan burda y cumplió su compromiso con el hermano país donde no pudo evitar encontrarse con el dictador chileno que lo admiraba. Esto selló su suerte en el mundo Nobel, pero lo transformó en el gran ausente de ese Olimpo, supuestamente destinado a los grandes escritores del mundo.
Lo criticable de la Academia Sueca no es su oposición a las tiranías (eso es absolutamente encomiable) sino que esa postura se limitara a los regímenes de derecha, porque no fue impedimento para premiar a García Márquez, que era amigo y asiduo huesped de Fidel Castro, o a Pablo Neruda y a José Saramago, que fueron confesos admiradores de la era satalinista soviética cuyos crímenes jamás denunciaron.
Haberle dado este año el Premio Nobel a un hombre de derecha, aunque indubitablemente comprometido con la libertad y los derechos humanos, y decididamente enemigo de todas las dictaduras, sean de derecha o de izquierda, un escritor que debió recibir ese galardón veinte años atrás y que luego de tan injusta postergación fue finalmente reconocido (tal vez por el temor de la Academia de que ocurriera lo mismo que con Borges y se muriera en plena gloria literaria mundial sin recibir el premio); habérselo dado por fín, hay que reconocerlo, honra a la Academia sueca. Casi parecería que los miembros de la Academia decidieron despojarse de sus prejuicios, olvidarse de sus preferencias políticas, y, tal vez tapándose la nariz... "darse" el premio a sí mismos, porque esta vez serán felicitados y no recibirán críticas del mundo de la cultura. Porque de una cosa podemos estar seguros: nadie va a cuestionar esta decisión, nadie va a salir a buscar corriendo por las librerías algún libro del nuevo Premio Nobel que nadie conoce y nadie leyó jamás.Toda persona culta tiene en su biblioteca La ciudad y los perros, Conversaciones en la catedral, La tía Julia y el escribidor, La señorita de Tacna, Elogio de la madrastra y Pantaleón y las visitadortas, como mínimo.
Ahora esperemos que los académicos se acuerden de otro gran escritor hispanoamericano también injustamente postergado: el mexicano Carlos Fuentes, autor de más de veinte novelas que ocupan un lugar privilegiado en la gran literatura de la lengua española.
Felicitaciones, Mario Vargas LLosa, felicitaciones, hermanos peruanos y... ¡Felicitaciones miembros de la Academia Sueca por haber despertado de su largo sueño de injusticias y politiquería!