CUANDO EL PRIMER PAPA QUISO RENUNCIAR Y JESÚS NO SE LO CONSINTIÓ
Jesús le dijo a Pedro aquella mañana frente al Mar de Galilea:
“Cuando eras joven hacías lo que querías, en la vejez, en cambio, otros ceñirán tus manos y te llevarán adonde no querrás ir. Deberás cumplir ese destino para gloria de mi Padre. Ahora sígueme”.
Siento un gran respeto y admiración por el Papa Benedicto XVI, y me inclino a pensar que su renuncia obedece a su soledad, a las intrigas palaciegas, a los increíbles errores cometidos (tal vez por la ineficacia o intencionalidad de la burocracia vaticana) y a su timidez y mansedumbre que lo inhiben de enfrentar a sus detractores internos con la fuerza con que lo haría otro cardenal más joven, ambicioso y de temperamento enérgico.
Una decisión irreprochablemente honesta, pero también muy personal. Y uno se pregunta: ¿tiene derecho el Vicario de Cristo de anteponer sus limitaciones y padecimientos personales a su misión trascendental? Para el mundo moderno, sí, tiene derecho. Incuestionablemente. El dilema es saber qué piensa Dios. Y esa duda, que ni el propio Joseph Aloisius Ratzinger en la soledad de su aislamiento futuro podrá dilucidar, me recordó que estando yo en Tierra Santa, en 2008, una homilía de nuestro guía espiritual me hizo pensar en el fallecido papa Juan Pablo II, que a pesar de sus agobiantes padecimientos, siguió arrastrando su pesada cruz con una determinación conmovedora. Se había hablado mucho de la eventual renuncia de Juan Pablo II por su calamitoso estado de salud. Sin embargo siguió hasta el final.
Aquel pensamiento me inspiró un cuento que se publicó en mi libro Historias de Tierra Santa y que recrea el momento en que tanto Pedro como todos los demás apóstoles quisieron olvidar a Jesús (ya crucificado) y seguir con sus vidas normales, en una humana reacción de agotamiento y debilidad moral. El cuento se llama: El día que Pedro quiso olvidarlo todo y dijo: me voy a pescar.
Como en estos días coinciden dos acontecimientos significativos para el Cristianismo: el tiempo de Cuaresma y la renuncia de un papa (por primera vez en seiscientos años) ofrezco la lectura de ese cuento que no es otra cosa que una ficción libre inspirada en un episodio del Evangelio de san Juan y que podría movilizar alguna reflexión.
(Hacer clic en el título para leer el cuento)