sábado, 6 de septiembre de 2014

Un cuento inédito


En vida fui agnóstico. No ateo, porque el ateo también profesa una fe ciega en lo indemostrable. No, simplemente agnóstico, alguien que desconoce, que considera a lo sobrenatural como inaccesible al entendimiento humano.

Pero ahora que estoy muerto comprobé que hay otro mundo.

Tal como lo había anticipado el místico sueco Emanuel Swedenborg, en esta dimensión todos hacemos lo que más nos apasionó en vida: los escritores seguimos escribiendo, los músicos, haciendo música, los pintores, mezclando colores, y los ingenieros proyectando superestructuras de escala planetaria. La felicidad parece consistir en el disfrute de las vocaciones personales sin preocupaciones ni deberes mundanales que las entorpezcan. No hay bloqueos ni desalientos ni síndrome de la página en blanco. El ocio y el aburrimiento no existen: todas las almas que me rodean están siempre produciendo algo de la nada.

Para continuar leyendo este cuento hacer clic ACÁ.