martes, 16 de diciembre de 2014

Otro de mis cuentos de Navidad


Me llamo Camila Ritordo, soy contadora pública. Cuando sucedió lo que voy a contar yo tenía treinta y cinco años, vivía en Tandil y ejercía mi profesión
en forma independiente.


Mi novio me había dejado después de diez años de accidentada relación. A los pocos meses falleció mi madre. Quedé sola.

Pero descubrí que vivir en soledad no es tan malo para una mujer. Al contrario, es hasta fascinante, siempre que una se organice y esquive la mortal rutina. Comencé a disfrutar de mi hogar: cocinaba, invitaba a mis amigas, cambiaba periódicamente la decoración y los colores de cada ambiente.

Claro, hasta que llegó diciembre.

Aclararé que yo no era una mujer religiosa (aunque sí, ambiguamente supersticiosa, de esas que encienden velas a santos no reconocidos y queman sahumerios frente a una estatuilla del Buda), pero fui educada en una familia católica y, seas o no creyente, la Navidad es la fiesta en la que todos necesitamos una familia.

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